Hacía mucho que quería escribir
esta entrada, pero, más allá de la falta de tiempo, a veces me da miedo
expresar lo que siento, hasta que recuerdo que
este blog es mi pequeño espacio, que
está para eso, y que además poco puedes hacer en lo referente a esas
personas que ya te van a leer con el morro torcido.
Pero a lo que iba. «Las redes
sociales y el arte de hacer limonada», así he decidido titular esta entrada y
creo que resume bien cómo me siento últimamente en lo referente al mundo virtual.
Y ha surgido por dos cosas: porque desde hace un tiempo me preguntáis si me
ocurre algo y porque también he pensado mucho en ello. ¿Sabéis esos
recordatorios que aparecen en Facebook cuando entras y que te avisan de lo que publicaste
hace un año, dos, tres o los que sean…? Bien. Pues medito sobre el asunto cada
vez que me sale una ventanita. ¿Por qué? Fácil. Porque pasa casi a diario, lo
que me recuerda que antes, hace tiempo, me encantaba compartir cosas. Una
canción. Un libro. Un simple saludo por las mañanas. Un montón de detalles
sobre esto de escribir o la novela que tuviese entre manos, imágenes, incluso
trozos de escenas o tonterías varias. No sé. Visto desde fuera puede resultar ridículo,
pero para mí era bonito. Y me lo sigue pareciendo cuando lo veo ahora en otras
autoras; ser testigo de la ilusión, las ganas, el día a día, de su proceso
creativo, poder aprender de ellas o intercambiar opiniones de un tema que a
todas nos fascina y que, por desgracia, no es algo sobre lo que en mi entorno
pueda compartir del mismo modo, vaya.
(No sé si a otros autores les
pasará, pero hablar con mis amigos de este trabajo se resume en cosas como: «A
ver si pronto te haces millonaria y nos invitas a todos a una paella de marisco»,
o algo por el estilo que siempre me hace partirme de risa).
La cuestión es que me parecía
bonito.
Pero dejé de sentirlo igual.
Eso es lo que cambió.
No voy a mentir: he pasado una
época rara, con la sensación de que había perdido parte de la ilusión; no en lo referente a escribir, eso siempre será mi refugio, pero sí en todo lo que lo rodea. Seré muy niña o muy idiota, no lo sé, pero echaba de menos la sensación
que tenía antes. Esas ganas de compartir. De abrirme más cada día. De poder
escribir cualquier tontería sin pararme a pensar antes, como si mis redes
fuesen un rincón mío y solo mío. Pero de pronto empecé a entender que no era del
todo así…
Me di cuenta de que, al ser
público, estaba expuesto a ser juzgado. Y eso es algo que, en general, hacemos
con frecuencia. No se trata solo de las novelas (de envidias incomprensibles,
de lectoras que antes te idolatraban, quizá en exceso, y que de repente parecen
odiarte sin razón, aunque no te conociesen entonces ni te conozcan ahora, de
pullitas por parte de compañeras, o incluso de faltas de respeto).
Se trata de más, mucho más.
Empecé a fijarme…
Y entendí que las redes son, en
parte, un lugar en el que muchas personas se dedican a opinar de «todo», en
general. Hay una frase que Clint Eastwood decía en una película y que siempre
me ha hecho mucha gracia, porque es muy cierta: «Las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno». Y
claro, aquí, en el mundo virtual, se acumulan. Es como un saco sin fondo en el
que poder lanzar y lanzar opiniones (sirve como desahogo personal, para
sentirte mejor contigo mismo al dejar clara tu postura o incluso para soltar la
rabia acumulada al final del día sobre algún tema que te indigne especialmente,
y no lo digo en tono irónico, sino de forma totalmente seria; de hecho, yo lo estoy
haciendo ahora mismo).
Supongo que siempre ha sido así.
Pero la cuestión es que empezó a agobiarme. Quizá porque a raíz
de esto también encuentras mucha hipocresía (autoras que alzan la voz
pidiendo más calidad en la novela romántica, pero que estarían dispuestas a
escribir encargos mediocres por dinero, o gente que se queja de eso mismo, pero
piratea libros al minuto siguiente, o personas que dicen estar en contra de algo, pero luego lo
llevan a la práctica según les da, casi de forma aleatoria. Y nada de todo esto es malo, excepto la piratería, obvio, pero cuando conoces el mundillo por dentro y ves ciertas cosas... te preguntas si tú estás loca o qué está pasando, porque no es serio). En mi
caso, como soy muy cambiante y hoy digo que me gusta el salmón y mañana lo
aborrezco, intento guardarme para mí gran parte de lo que opino, creo que es lo
más sencillo. Aunque reconozco que también juzgo, claro que lo hago. Todos lo hacemos. Pero, y
voy a ser muy sincera, nunca he sentido envidia de otro compañero. Quizá
influya que no me nace ser competitiva ni al parchís o que estoy contenta y no
tengo grandes pretensiones, yo qué sé. Lo que sí sé es que hay personas que, en
cambio, se frustran, o que se creen con la suficiente calidad divina como
para afirmar quién debería publicar una novela y quién no (por supuesto estas
personas siempre están dentro del sí, ¡faltaría más!, sus novelas son
imprescindibles es la estantería de cualquier lector o lectora de romántica que
se precie).
Pero de esto en concreto hablaré
en breve largo y tendido.
Hoy quiero seguir con el tema de
las redes sociales…
De que juzgamos. Yo. Tú. Todos. Tenemos
opiniones sobre cualquier tema. Del mundo literario, de si una novela es buena
o mala, de qué palabras a ti te suenan vulgares y a mí maravillosas, de la
manera correcta de llevar las redes sociales, de la maternidad, de la lactancia
o de si una persona es una buena madre o no. De si “tal es muy guapa”, seguido de un “sí, pero se ha operado”, como si eso fuese algo que debemos
castigar. Del aspecto físico de las personas, de si está bien que una mujer se maquille / depile / hable como le dé la gana / se ponga un vestido trasparente / haga ejercicio. O de
tal famoso al que no conocemos…
… Y un larguísimo y eterno
etcétera.
Porque es así. Las opiniones no
tienen fin, es lógico. Tú escuchas el telediario y
automáticamente tu cerebro genera un sentimiento, ya sea de
indignación, de comprensión, de enfado, de dolor…
No negaré que tener desde hace
años lugares en los que puedes expresarte sobre todo eso que sientes es genial
y aporta muchas cosas positivas, pero a veces también puede suceder lo
contrario. Y a mí me pasó. Me agobiaba entrar y leer tantos pensamientos.
Reconozco que me saturé. También hay épocas en las que solo te apetece
arroparte entre los tuyos y sencillamente deja de importarte todo lo demás o te
olvidas de entrar a redes con la misma frecuencia. Eso me ocurrió con Twitter.
Y con Facebook. Admito que Instagram sigue siendo mi debilidad, quizá porque sigo
cuentas de cosas que me interesan más allá de los libros y centrarme en otros
temas me despejaba. Ah, y en cuanto a Goodreads, siento todas las peticiones de
amistad que tenía ahí, pero me lo desinstalé del móvil. La razón, básicamente,
(porque hoy, ya que estamos, me apetece hablar claro), es porque nunca es
agradable ver que tus novelas tienen en un momento determinado casi más votos que ventas o que, el día
que al final sale pirateada, empiecen a leerla de golpe muchos de tus «amigos».
No es la primera vez que pasa, sino algo habitual. Quizá algún día vuelva, de
momento tengo muchos libros por leer y me basta con compartir mis lecturas por
Instagram Stories :)
Pero volviendo a una perspectiva
general de todo esto:
¿Sabéis qué pasa? Que a mí los
extremos nunca me han gustado y las redes sociales pecan un poco de esto. ¿Por
qué lo digo? Veamos, pongamos cualquier tema que haya estado de actualidad y
que casi todos hemos comentado. La independencia de Cataluña, por ejemplo. En
la vida real, quedas a tomar un café con tu madre y lo hablas o te vas a cenar
con unos amigos el finde y cada uno expone su opinión. Existe una probabilidad
alta de que sea contraria, pero da igual, porque cinco minutos más tarde
estaréis hablando de ese vídeo de gatos tan gracioso que te han mandado y ya
está, sin más. Como lo que ocurre sobre cualquier asunto del día a día, vaya. Y
eso es extensible a cuando pasa con un desconocido en un bar o al cruzarte con
el vecino de enfrente. Ahora, en cambio, traslademos esa misma situación a las
redes. Es muy diferente. Es como si en este mundo virtual hubiera bandos según
lo que piensas sobre un tema concreto, pero no nos conocemos de nada. Qué
ironía, ¿no? Esta persona nos cae bien o mal por equis cosa que un día dijo,
pero no sabemos absolutamente nada sobre ella; sobre sus miedos, sus problemas,
su experiencia, su mundo. Nos juzgamos así, rápido, en un pestañeo. Tú opinas
esto, pues estás dentro del círculo. Tú opinas lo otro y estás fuera. Qué jodida
sería la vida si fuésemos igual en la realidad, tan radicales, con tanta rabia
dentro. Y esos tonos mordaces al hablar, al opinar sobre algo como si fuese la
verdad absoluta y objetiva, esa prepotencia… ¿de verdad estas personas hablan
también así en la calle? Porque yo no me lo puedo imaginar. Y creo que no. Creo
que la pantalla que nos protege cuando nos sentamos delante del móvil o del
ordenador, nos da fuerza, seguridad, distancia. En cambio, nos resta empatía y,
en muchas ocasiones, respeto.
Que a veces parece que por no
opinar lo mismo que el de al lado estemos cometiendo un crimen o pases a ser
peor persona. Que a veces no vemos más allá de nuestro propio ombligo y me
incluyo en esto. Que a veces las personas que más hablan de libertad la quieren
solo para ellos y no dejan ni un pellizco a los demás. Que a veces dejamos de
ser personas al tratarnos a través de este mundo virtual y olvidamos que el
otro también tiene sentimientos. Que sí, que todos somos egoístas e hipócritas
en ocasiones, que nos equivocamos, que cometemos errores, que hacemos daño y no
somos ni conscientes y que pensamos que nuestras ideas son las mejores del
mundo, las que valen, las que todo el mundo debería compartir… pero precisamente por eso toca parar de vez en cuando,
respirar y recordar qué es importante o qué no.
Juro que una vez vi a dos
mujeres discutiendo online furiosamente sobre si la tortilla de patatas tenía que llevar o no cebolla. Lo digo en serio. Es un ejemplo extremo, lo sé, pero para
ellas en ese momento era probablemente lo más importante del mundo y cada una
defendía su postura con pasión hasta llegar a insultar a la otra o tacharla de
imbécil.
Ahora trasladar esto a todos los
demás temas que se discuten diariamente en Internet. Ya sé que unos son más
importantes que otros y que hay causas por las que vale la pena luchar (cada
una tiene las suyas, esto es como lo de los culos; a mí me importará
visibilizar el aborto, por ejemplo, y a ti lo malo que es comer carne para la
salud), pero lo relevante no es el qué, sino el cómo, y hasta qué punto. ¿Te
tiras de los pelos con el vecino por no estar de acuerdo en algo? ¿No? Pues que
sepas que eres la misma persona. Que esto es un mundo virtual, sí, pero sigues
siendo tú misma. Las palabras que usas, el tono, el enfoque, son importantes.
Deberíamos, y yo me incluyo la primera, recordarlo más a menudo.
Y toda esta entrada sin mucho
sentido, viene porque he reflexionado mucho sobre esto durante los últimos
meses. Me he dado cuenta de que estaba apática, de que me dolían cosas, de que
había dejado de ser espontánea por miedo al qué dirán y de que obligarme a
actualizar las redes no era la solución. En cambio, cuando me quedé con lo que
me interesaba y empecé a distanciarme y a verlo desde otra perspectiva, me
ocurrió lo contrario. Ese lado malo sigue estando y yo no lo puedo eliminar (ni
tampoco esta entrada va a servir para nada, lo sé), pero sí puedo elegir con
qué me quedo y con qué no. No tengo por qué tener la misma presencia en todas partes
y creo que cuando te quitas lastre y te deja de importar lo que otros digan, también
sientes menos ese deseo de contestar y de ponerte al mismo nivel.
Y he empezado a recordar todo lo
bonito.
Compartir una lectura, una
película o una canción. Estar en contacto con muchos lectores y lectoras increíbles. O días como el de ayer en el que me puse a contestar los privados y terminé llorando. Hablar de esto de escribir, de proyectos, de ideas, de ilusiones. Conocer a
gente que ha terminado formando parte de mi vida y que no entienden de
envidias, ni de competiciones ni de tonterías, sino solo de disfrutar del
recorrido. Gente que se esfuerza cada día por hacer y dar lo mejor de sí misma,
y que me impulsa a mí a hacer lo mismo en lugar de perder el tiempo lamentándome
por todo lo que no es como a mí me gustaría…
Así que sí. Vuelvo a poder abrir
las redes sin hacerlo con el morro torcido o de mala leche, sino todo lo
contrario. Y reconozco que me ha costado, que morderme la lengua terminó por no
ser una solución y que a veces hay cosas que son cuestión de perspectiva y que
parten de una misma y no de lo que hagan los demás, porque eso no podemos
cambiarlo.
Supongo que lo bueno siempre
debería pesar más que lo malo. Me estoy acordando de una de mis series
preferidas, This is us, y esa frase
tan cierta que, en realidad, puede aplicarse a cualquier momento de nuestro día
a día: «Hay que coger el limón más amargo que la vida pueda ofrecernos y
convertirlo en algo parecido a la limonada».
Y la limonada siempre es bien,
sí.
11 comentarios
Grandísima entrada, Alice. Ya te sigo en este blog.
ResponderEliminarTienes razón en tantas cosas... De verdad: las envidias (infundadas) en internet, las rivalidades sin sentido, los que dicen una cosa y hacen la contraria, etcétera, etcétera.
Pero me alegra saber que con esos limones te vas a hacer una rica limonada, que recuerdas todo lo bueno, que también lo hay, y no dejas que unas nubes te impidan ver el sol.
Estaré encantada de continuar leyéndote en redes.
Besos alados,
Lu
Me ha encantado la entrada Alice. En mi caso no soy autora, pero estoy saturada de las redes sociales, se pasan los días, las semanas y no me acuerdo ni entro en ellas (tan solo Instagram), y si lo hago, es para compartir algo relacionado con el blog que también llevo un tiempo bastante out. Creo que llega un momento en el cual te replanteas ciertas cosas y ves lo qué realmente merece la pena y lo qué no.
ResponderEliminarLo dicho, una entrada muy sincera y con mucha verdad.
Un beso 😘
Y para los que creemos que todo tiene su momento, que sobre culos no hay nada escrito y que hacer lo que te gusta y compartirlo, sin agobios, es saludable y SANO, te alabo el gusto y me alegro de que hayas vuelto.
ResponderEliminarYo siempre me quedo con lo positivo de las Redes, y es la maravillosa gente que he conocido y con la que comparto mucho, a diario... el resto, tienes razón, pero yo no lo practico, o al menos eso intento.
ResponderEliminarTe sigo en el blog (que no lo hacía) y como me acabo de leer tu novela El día que dejó de nevar en Alaska y me ha gustado mucho, tengo que desempolvar la otras tuyas que tengo sin leer y, así, seguir disfrutando.
Un abrazo
Una entrada fabulosa, Allice. Me identifico con lo que dices. De hecho, por las mismas razones que detallas abandoné la mitad de mis perfiles sociales y, desde hace casi tres años, en los restantes solo posteo dos veces a la semana. Pero si tengo que destacar algo de tu post es que constituye un buen ejemplo de cómo hablar de temas controvertidos con educación y elegancia, y eso es algo que echaba muchísimo en falta. Un placer leerte.
ResponderEliminarPedazo d entrada jajajaja te has explayado bien!! Me ha encantado todo lo que dices. Yo misma sin ser autora me he visto muy identificada en casi todo lo que dices...no quiero ni pensar en vivir todo eso como autora con toda la presión que eso conlleva. Creo que al final debemos quedarnos con lo positivo y a mí me encara todo lo que pones... me da rabia que alguien te haya robado eso ( y de paso me lo ha robado a mí por no poder leerlo). Espero que poco a poco encontremos la forma de hacer jugar las rrss a nuestro favor.
ResponderEliminarUn besote Preciosa.
Cuantísima razón 😊
ResponderEliminarHola Alice, me ha encantado leer tu entrada. Estoy arrancando mi "vida de escritora" y planeando como trabajar en las redes sociales y la verdad es que me ha servido mucho.
ResponderEliminarUn abrazo y felicidades por tus libros, me gusta mucho lo que escribes.
Sandra
Hola Alice......es la primera vez que entro en un blog(he terminado de leer Tal vez tú y viene al final) y me he quedado anonadada por tu escrito...Es que lo describes como se suele decir "una merienda de negros". Pensé que la gente entra para dar una opinión relajada....por eso será que no pertenezco a ninguna, va que chuta con el what'sApp��. Sólo te digo que mucho ánimo y sólo quédate con lo que te haga reir...
ResponderEliminarEntré en tu blog para decirte que me han gustado los libros que he ido leyendo.Tienes pensado continuar con la saga??
Sigue así, escribiendo maravillosamente!!
Sí, también me he quedado con la duda de si se continúa esta saga. ¿La historia de Hannah?. Ojalá Alice puedas responder
EliminarAlice, creo que has puesto sobre el papel lo que muchos pensamos. Realmente, las rrss son armas de doble filo y tienen cosas muy positivas pero también negativas. Yo acabé abandonando mi Facebook personal y me he quedado con el del blog que utilizo, sencillamente, para compartir lecturas. Supongo que cuando todo esto comenzó nos parecía una oportunidad única de compartir... lo que fuese... ¡todo! Pero como muchas cosas en la vida, el exceso a veces satura y hay que volver a la mesura, a poner los pies en la tierra y recuperar un antes.
ResponderEliminarDisfrutemos de lo positivo que las redes pueden ofrecernos y tratemos de que lo malo no nos influya demasiado. Como bien dices (me ha encantado la expresión), hagamos limonada de los limones más amargos.
Un besin