Tercera semana del nanowrimo. Organización e impresiones.
Bueno, bueno, bueno, echo la vista atrás y sigo sin creerme que haya cumplido hasta ahora con «el nanowrimo personal» que me propuse apenas un día antes de que diese comienzo; podéis ver en qué consistía en el post anterior. La cosa es que sí, lo estoy haciendo, y eso que la palabra «inconstante» se creó para definirme. Pero vamos a lo que vamos, aquí os dejo mi análisis:
—Primera semana:
Reconozco que el primer día, cuando terminé esas casi 1700 palabras, pensé: WTF? ¿Y cómo narices escribo ahora esta barbaridad todos los días? Entendamos eso, que para mí es mucho. Creo que en toda mi existencia jamás he conseguido hacer más de 4000 palabras en un día, así que el reto me parecía considerable. Me fui cogiendo poco a poco y los primeros días iba pegando el texto cada dos por tres en un documento word para ir contabilizando las palabras (escribo cada capítulo en un archivo individual y bla bla bla, un lío, algún día os hablaré de cómo me organizo). La cosa es que cada vez que pensaba que ya habría llegado al cupo de palabras, resultaba que no, que no lo había hecho, así que volvía otra vez al documento correspondiente y me forzaba a escribir un poquito más.
Este detalle es, sin duda, la parte más positiva que he encontrado a la hora de participar en el nanowrimo: casi todos los días me obligué más de lo habitual y sí, en un primer momento me costó, pero luego lo agradecí. Fue una semana… intensa. Y además, por las noches iba corrigiendo lo anteriormente escrito, porque era una de las «reglas» que me salté y, para mí, muy necesaria. En cuestión de tiempo, es cierto que cumplir el reto es complicado y hasta que rehaces la rutina habitual cuesta adaptarse.
—Segunda semana:
Al comienzo de la siguiente semana tuve una leve recaída. Estuve algún día sin escribir y otros dos sin cumplir el mínimo número de palabras. Ya me veía abandonando, para qué mentir, pero luego escribí de golpe casi 3500 palabras. Era una de esas escenas importantes que siempre es mejor no «cortar» y hacerla del tirón y, bueno, surgió así, por suerte.
Sin embargo, apareció otro problema. Hasta ahora, digamos que «mis ideas» siempre habían ido al compás del ritmo de escritura. Al tener que acelerar esto último, en mi cabeza se empezaron a entremezclar las escenas, los momentos clave que tenía que repartir de aquí al final, los pequeños guiños que ya estaban previstos o esas conversaciones que había «dejado pendientes». En fin. Todo. Así que durante el fin de semana apenas escribí (tenía algo adelantado) y me lo tomé para organizarme.
Organizarme...
Cuando subí el corcho me escribisteis privados algunos lectores y autores preguntándome por el tema. Tal como he comentado al inicio de este post, tengo intención de escribir una entrada hablando de «mi método para escribir» aunque, como todo en este ámbito, es muy subjetivo y no sé hasta qué punto os puede resultar útil si estáis intentando adquirir una rutina; quizá incluso sea perjudicial, pero siempre puede servir algún truco de aquí o de allá.
En el caso del corcho, que podéis ver aquí arriba en la imagen, es algo que solo hago en algunas novelas, el «esquema» de la derecha pertenece a 33RPVAV y sigue en la siguiente página (he ido mejorando el formato, creo).
Es muy básico. Yo apunté todo lo que sabía que tenía que pasar en cada pósit y luego fui ordenando por orden cronológico cada escena en su tablero; es como montar una película y sirve no solo para lo más evidente, tener las cosas claras y perder menos tiempo, sino también para motivarte hasta el final, no olvidar ningún aspecto importante y, por último, no juntar «escenas repetitivas». ¿A qué me refiero? Por ejemplo, en la novela romántica son muy habituales las típicas escenas de malentendido-pelea-reconciliación, que se suceden de forma reiterada. A mí, personalmente, no es un recurso que me guste usar en exceso, pero una buena forma de hacerlo sin caer en ese bucle monótono es viendo todas las escenas así, en perspectiva (también aplicable a cualquier otro aspecto). Cuando las estaba montando, si veía que algunas escenas eran «similares» entre sí o expresaban lo mismo y estaban demasiado juntas, intentaba distanciarlas en la medida de lo posible; al dejarse llevar esto es, claro, mucho más difícil, porque vamos sobre la marcha y escribimos un poco lo que va surgiendo o sentimos en ese instante.
En fin, que al final me estoy liando con este post entre unas cosas y otras. En eso consiste el tablero y sí, en mi caso fue necesario al no disponer ya de tanto tiempo como antes para «pensar» en lo siguiente que me tocaba escribir. El nanowrimo ayuda también a organizarse mejor y a hacer un esfuerzo por «aclarar» esas partes de la historia que a veces dejamos en stand by.
—Tercera semana:

Sí que es verdad que si tienes varias responsabilidades (trabajo, casa, escribir, etcétera), puedes ir olvidándote un poco de tu vida social durante un mes. Es imposible encontrar durante el día huecos para todo si el tiempo ya está muy ajustado, pero en mi caso soy de las que cuando se mete mucho en la historia, ya casi en la recta final, prefiere vivir en modo cueva y medio zombi y luego tirarme dos meses sin rozar el teclado y «despejarme». Esto ya es una decisión muy personal, sé de gente que no puede estar sin escribir o que se agobia si se pasa el día «mentalmente» dentro de la novela que tiene entre manos.
¿Y qué más, qué más…? Pues sí, los compis del nanowrimo siempre son otro apoyo para animarte y más si lo haces junto a alguien, como es mi caso, (aunque son varias las autoras que sigo); ver sus avances te motiva en esos días en los que te quedas un poco atrás y comentar la jornada al final del día es… muy satisfactorio. Así que, poco más que añadir, ya os contaré cuando lo termine (si no pasa nada raro, claro). Y si estáis también por allí, dejadme vuestros usuarios para que os siga.
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