Novela finalizada + Nanowrimo + Noticias + New Adult
Pues sí, como muchos ya visteis por redes sociales, el día 4 terminé otra novela. No sé por qué, cada vez que finalizo una historia tengo la extraña sensación de que no volveré a escribir o de que me costará mucho hacerlo. Pero luego me voy cogiendo, me voy cogiendo… y aquí estamos. Cuando acabé la novela de Harriet y Luke, que es la segunda parte de la serie que empezaré a publicar este próximo año, no me apetecía nada ponerme con la tercera, así tan seguido (está claro que una serie no es como una saga, pero quieras o no las novelas de la misma deben tener ciertas similitudes). El caso es que estuve unos meses sin escribir, en verano, pensando en que me apetecía hacer algo diferente a lo que ya había hecho y poco a poco los personajes surgieron y las piezas de su historia fueron encajando en mi cabeza hasta que supe que tenía que escribirla.
Al principio quise ambientarla en Francia. Así sin ninguna razón concreta, vaya. Le comenté a mi novio que buscaba algún sitio aislado y frío, con bosque (imaginaba un pueblecito perdido) y él me preguntó que por qué no subía un poco más. Noruega, por ejemplo. Y luego ya se vino arriba y dijo, ¡Canadá, Alaska! Y no sé, cuando oí «Alaska» se me encendió la bombilla; es que el nombre tiene un «algo» que me gusta mucho (no por la cantante, no), pero si he de ser sincera no tenía ni zorra de Alaska. Nada. Bueno, casi nada. Conste que Canadá también habría sido interesante, pero por el tema de «visado de trabajo» para la protagonista y demás, decidí quedarme en suelo estadounidense.
Y entonces me di cuenta de todas las casualidades que se empezaron a mezclar. Porque cuando era pequeña tenía un póster en mi habitación de montañas con picos helados. Y estaba tan obsesionada con los huskys que quería ser veterinaria a pesar de que la sangre me da pánico (me conformé con un peluche que me regalaron y aún sigue en mi estantería) y, además, por fin pude darle salida a una idea que tenía en la cabeza desde hace un millón de años. Bueno, la tenía «tanto» que en su día escribí las primeras sesenta páginas de una historia titulada «42 kilómetros» que iba sobre una chica que corría una maratón y un chico que la ayudaba a conseguirlo, y ahora entiendo que no era su momento. Esto me hace pensar en la cantidad de detalles personales que dejamos en las novelas y que esas ideas que a veces tenemos y parecen tan geniales en nuestra imaginación, casi siempre necesitan madurar antes de plasmarlas sobre el papel (al menos en mi caso).
La cosa, porque acabo de darme cuenta de que este post va para largo y que no sé muy bien cuál es la intención del mismo, es que pienso que con cada historia el autor crece y aprende y si esto no se cumple es porque o bien se ha limitado a hacer lo mismo que en la anterior o le ha faltado «sentir» junto a los personajes. Y creo que eso es lo que me ha ayudado en la recta final de esta novela. Las sensaciones son siempre subjetivas, claro. Confieso que cuando empecé a escribir la historia de Heather y Nilak me costó adecuarme a la primera persona del presente, la más complicada para mí, y lo sentía todo muy mecánico, algo raro; pero en algún momento indefinido conecté con Heather de tal manera que me sentí dentro de su cabeza; sufrí, reí y lloré con ella y no sé si volveré a sentirme «tan en confianza» con otro personaje. Tan relajada para dejar que el propio personaje coja pedazos de mí y los meta en su historia. Sé que suena extraño. O mejor dicho, esto solo le parecerá extraño a la gente que no escribe. Pero estoy convencida de que los autores creamos relaciones diferentes con cada uno de nuestros personajes, lazos más o menos fuertes que se quedan ahí. Querer se les quiere a todos, pero es difícil que sea a un mismo nivel.

Al principio, no paraba de pensar en lo mal que iba a caer Heather a los lectores y en que la iban a juzgar (y quizá crucificar) desde el minuto cero, pero, claro, el dilema era que yo quería escribir sobre un personaje femenino así. Creo que eso nos pasa muchas veces, reprimir o suavizar lo que queremos hacer por miedo a salirnos del prototipo estándar que sabemos que gusta a la mayoría. Y algo parecido me ocurrió con él. Así que, en resumen, hasta que no me convencí de que lo importante no es que caigan bien o mal, no empecé a escribir bien, cómoda. A veces toca despojarse de expectativas, comparaciones o miedos. Yo nunca he entendido esa fascinación por sentirse «identificado» con un personaje. Es curioso, pero cuando leo no intento verme reflejada a mí misma dentro de las páginas de ese libro (me tengo aburrida, já), lo que suelo buscar son nuevas perspectivas, otras vidas o incluso formas diferentes de entender el amor. En realidad, me gusta «salir de mi vida» mientras leo y meterme en una ajena, y ya si el autor consigue que me emocione y sienta a través de algo que poco tiene que ver conmigo pues… touché.

La experiencia, como podéis ver en este y este post, me gustó mucho. No sé si lo haría de nuevo, pero más que nada porque vivir un mes sin apenas tiempo libre es duro y además yo me propuse ir corrigiéndola a la vez y se me hacían las tantas cada día. No me arrepiento, porque fue un buen empujón a la hora de terminar la historia y ayudó compartir esos momentos con otros autores que también participaban. Pero fue un pelín agotador. Además, cuando finalizó tuve que seguir un poco más hasta acabarla porque todavía me faltaba bastante, así que… bueno, es un buen recuerdo y ha sido divertido probar. Eso sí, no lo haría antes sin tener planificada la historia y, sobre todo, la documentación bien organizada. Dejarse llevar está muy bien, pero solo hasta cierto punto.

Y sí, imagino que después de machacaros mentalmente con mis desvaríos varios la mitad de vosotros ya habréis cerrado la pestaña, pero, eh, para los que todavía no lo habéis hecho, ¡tengo una buena noticia que daros! En 2016 no llegará una novela, sino dos. Confeti, confeti. Ambas se publicarán en el sello de Titania Fresh y forman parte de una serie. No puedo contar mucho más, pero hasta ahora sobre lo más me habéis preguntado es por el género y…

Y esto es lo genial del New Adult, la libertad dentro del mismo para enfocar las cosas de diferente forma, por eso creo que todavía hay mucho que aportar y mucho que innovar y cuanta más gente se anime a escribir sobre ello o leer las historias que se están publicando, más fácil será que el género se haga un hueco en las librerías. Un hueco sólido y duradero, a ser posible. La realidad es que a los lectores de a pie de calle les dices «new adult» y todavía les suena un poco a chino, así que queda recorrido por delante.
¿Y ahora qué…?
Pues ahora nada. Pero nada de nada. Este pasado puente terminé de corregir la próxima novela que se publicará y durante las navidades le daré un repaso a la segunda. Y después pienso tomarme un par de meses de descanso, aunque reconozco que la cabeza no para y que ya estoy mentalmente pensando en la siguiente historia que me gustaría escribir, pero como he comentado antes, creo que es bueno madurar las ideas antes de lanzarse a por papel y un lápiz para no atascarse luego estando en pleno proceso de escritura. Así que, eso, voy a corregir y a madurar como una pera, y aprovechando que tendré algo más de tiempo, intentaré actualizar el blog con frecuencia. Ah, y pienso leer hasta empacharme. ¡Pasad un feliz fin de semana!
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