Hace un par de meses (o algo así, porque esto de las fechas lo llevo mal), me pidieron que escribiese un artículo para el número de noviembre de la revista «Comentamos» y, como llevo varios años prometiendo por aquí que hablaría sobre la autopublicación, he decidido compartirlo también en el blog (y ampliarlo un poco, de paso):
Todo empezó cuando recibí un correo preguntándome si, al sacar la última novela por cuenta propia, ya no pensaba publicar con mi editorial. Fue algo que me sorprendió y que me hizo pensar en que hoy en día algunas personas siguen teniendo una imagen un poco difusa sobre el mundo de la autopublicación. ¿Realmente los lectores creen que todas esas novelas que están en Amazon han sido antes rechazadas por una editorial? ¿Se sigue pensando que es la última opción a la que se aferran los escritores?
Desde mi experiencia como autora «híbrida», es decir, que me muevo entre ambas modalidades, puedo decir que las dos tienen ventajas y desventajas y que, de todos los compañeros indies con los que tengo relación, ninguno intentó enviar su novela a una editorial antes de decidir subir su historia a la conocida plataforma de ventas. No quiero que se entienda mal este artículo; en absoluto estoy en contra de las editoriales, al contrario, publicar con ellas ofrece ciertas cosas increíbles que, a día de hoy, no puedes conseguir mediante otro camino, como son la distribución, el apoyo, la confianza, el aprendizaje, el marketing, la corrección o abrirte paso en las librerías, entre muchos más beneficios que creo que todos conocemos (o nos imaginamos) muy bien, porque es más que evidente.
Pero, sí, siempre hay un «pero», parece que al hablar luego de autopublicación en los mismos términos se ve como algo con lo que el autor acaba conformándose, nada más lejos de la realidad. Y desde aquí, aprovechando este espacio y con tres novelas colgadas ahora mismo en Amazon, quiero también nombrar las ventajas que veo (y la razón por la que muchos autores que tenemos editorial, de vez en cuando, también sacamos algún libro de esta forma). La primera, y quizá la más importante, es la libertad. La libertad es algo que no tiene precio, poder decidir tú mismo cuándo publicas tu novela, la portada que deseas, si en algún momento haces una promoción o incluso el precio. La segunda ventaja, también a tener cuenta, en la parte económica; la gente siempre se sorprende cuando digo que gano mucho más con las novelas que saco por mi cuenta que con las que están en la mesa de novedades en las librerías, ¡pero es cierto! Es evidente que todos queremos ver recompensado nuestro trabajo (es un trabajo, por mucho que algunos piensen que tirarte varias horas al día frente al teclado durante meses no deba ser algo remunerado). Y si tuviese que elegir una tercera, diría que el hecho de que las novelas sean mías y solo mías en todo momento es algo que te da tranquilidad.
Y con todo esto lo único que me gustaría conseguir es que se rompan barreras llenas de prejuicios y que se elimine esa imagen que muchos tienen de que autopublicar es sinónimo de rechazo. Al revés, me consta que somos muchos los autores que hemos rechazado propuestas editoriales que nos han hecho sobre las novelas que vendemos por nuestra cuenta porque no nos compensa lo suficiente como para cederlas. También se habla mucho del tema «filtros». Todos sabemos que, en teoría, una editorial se encarga de «filtrar» las novelas que tienen más calidad y de desechar las que no cumplen unos requisitos básicos. En cambio, a la hora de autopublicar todo el mundo puede hacerlo y estamos de acuerdo en que dentro de este mundillo hay verdaderas patadas al diccionario y al buen gusto, pero, maticemos, no todo lo que una editorial saca al mercado es algo de «calidad». Las editoriales son empresas que tienen que vender si quieren seguir manteniéndose en pie y no siempre lo que genera más beneficios son obras extraordinarias. En el mundo de la autopublicación ocurre lo mismo y por esa razón he encontrado novelas increíbles, de esas que te encogen el corazón, y verdaderas decepciones. Puede que aquí no exista un filtro como tal que impida que ciertas historias vean la luz (aunque las plazas en los más vendidos son limitadas), pero creo que es el propio lector el que se encarga de hacer la función de colador; leer, puntuar y difundir.
El boca a boca es muy directo y la gente es más abierta a la hora de dar una oportunidad a nuevos autores, porque, claro, no es lo mismo disponer de Kindle Unlimited y decidir echarle un vistazo a una novela o invertir unos 3€, que ir a una librería y gastarte 16€ o más en un autor del que jamás has oído a hablar. Es, quizá, una cuestión de riesgo y, aunque en el fondo pienso que ojalá ocurriese lo mismo a la inversa (porque no hay nada mejor que pasar la mañana de un sábado en la librería), siempre tengo la sensación de que he ganado muchos lectores gracias a ser también autopublicada.
El mundo del libro vive en un constante cambio desde hace algunos años y nunca está de más pararse a pensar en que las cosas no son blancas o negras y que, como en todo, es interesante conocer nuevas perspectivas o intentar entender por qué algo funciona. Si ahora me preguntan si voy a seguir publicando con editoriales, respondo rotundamente SÍ. Pero, si me hacen la misma cuestión sobre la otra variable, contesto lo mismo. ¿Polos opuestos? No lo creo. Pienso que ambas opciones se complementan a la perfección y que no es incompatible coger lo mejor de cada una de ellas.
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